Es uno de los problemas más habituales, aunque es cierto que se deja notar en mayor medida en sistemas poco potentes. La razón es obvia, este tipo de equipos suele ofrecer un rendimiento más ajustado, de manera que en cuanto este se reduce el problema empieza a ser palpable.
Lo primero que debemos preguntarnos es por qué puede perder rendimiento un PC. No existe una respuesta única, pero en la mayoría de los casos puede tener su origen en tres grandes causas:
- Problemas a nivel de software, sistema operativo y drivers.
- Temperaturas de trabajo elevadas que afectan a piezas clave del sistema.
- Fragmentación del disco duro.
Con el paso del tiempo y el uso del PC esos problemas pueden acabar apareciendo de forma conjunta, así que si notamos que nuestro equipo ya no tiene el «brío» de antaño es buena idea ponernos manos a la obra y resolverlos. Por suerte es muy fácil y no necesitaremos gastar ni un céntimo.
Para resolver un problema a nivel de software y drivers lo ideal es eliminar las aplicaciones que no utilicemos o que puedan estar provocando incompatibilidades y actualizar los drivers de todos los componentes básicos del sistema. Si la situación no mejora sería buena idea considerar una reinstalación fresca del sistema operativo.
En caso de que tengamos un problema con las temperaturas hacer una limpieza completa del equipo para eliminar el polvo y el exceso de suciedad normalmente resuelve el problema, y la fragmentación del disco duro se arregla utilizando una herramienta de desfragmentación. El proceso con la solución integrada en Windows 10 no dura más de unos segundos.