La verdadera fuga de tiempo se produce cuando no sabemos exactamente qué le pasa al ordenador. Por tanto, antes de empezar a reparar nada, hay que identificar el problema haciendo algunas comprobaciones. Eso nos permitirá avanzar más rápido que si empezamos a probar cosas al azar, que quizás no tengan nada que ver con el problema.
- Problemas de virus:
se puede tardar desde unos minutos, pasando un antivirus y tratando de eliminarlo, hasta varias horas, intentando eliminarlo por acceso remoto, o bien formatear el disco duro. Todo depende de cuáles sean las características del malware que se haya introducido, sus efectos, el tiempo que hemos estado usando el PC después de que se introdujera, etc.
- Problemas de hardware:
hay problemas que se solucionan más fácilmente haciendo un cambio y en poco rato se puede hacer. Cambiando la tarjeta de memoria, cambiando la fuente de alimentación, cambiando el cable de red, etc. Realmente, muchas veces no vale la pena ponerse a reparar un cable estropeado, es más recomendable (y barato) cambiar la pieza. No obstante, a veces sí será necesario; por ejemplo, si queremos recuperar un disco duro estropeado porque no queremos perder los archivos que hay dentro.
- Problemas de conexión de red.
A veces basta con reiniciar el router; otras, hay que cambiar la tarjeta, o el cable de red. Pero en ocasiones, esto puede llegar a retrasar mucho. Por ejemplo, cuando estás intentando instalar un driver para conectarte a Internet en un ordenador con una versión antigua de Windows, y no logras descargar la actualización, ya que no hay Internet.
En definitiva, que depende de la naturaleza del problema, se puede resolver en unos pocos minutos hasta tardar varias horas, o incluso varios días o semanas, si hablamos por ejemplo de una amplia red de ordenadores infectada por virus.