Es extremadamente raro que un procesador dé problemas por sí mismo. Lo más habitual es que el componente que dé estos problemas sea el hardware a él asociado.
Normalmente, un fallo catastrófico del procesador se va a representar porque el sistema no arranque. Si estamos seguros que el resto de los componentes del sistema funcionan correctamente, entonces la única solución que hay es tirar el procesador defectuoso y sustituirlo por otro nuevo, compatible con el socket de la placa base.